A Mosca por la Jarosa - Peskandres


El sábado apetecía salir, pero no lejos, con lo cual acabamos yendo a probar suerte en la Jarosa, a ver si me quitaba la espinita del último día que pasé allí. Esta vez el tiempo pintaba mil veces mejor, solazo y prácticamente nada de viento, a última hora cabía la posibilidad de que apareciera alguna tormenta.

La mañana fue tranquila, comenzamos probando con unas truchas que estaban cebándose en medio de una gran recula. El lance era algo complicado por lo alto que estaba el embalse, y la poca luz que había complicaba más el asunto, así que decidimos avanzar buscando evitar juntarnos con mucha gente.

Lapicerillo con mini-streamer,
una picada bastante fuerte para el tamaño que tenía.
Tras 20 minutos andando para ir viendo que tal andaba el embalse de actividad, decidimos pararnos en la recula más alejada que pudimos. Allí divisé un grupo de 3-4 truchas rondando los alrededores de un arroyo. Con la ayuda de una ninfa de Odonato algo grande y de color negro (Pensada para carpas y barbos) consigo clavar algunas, al igual que mi compañero lo hacía con una ninfa de faisán
Sobre la 1, delante de nosotros comienza algo que, hasta el momento, no había tenido ocasión de ver, se da una gran eclosión. Mi corto conocimiento sobre limnología no me permitió distinguir el insecto que acababa de eclosionar, pero tras coger alguna con la mano y ver como alguna trucha comenzaba a cebarse, cambio mi ninfa por un Hopper de pequeño tamaño.


Aunque la eclosión aumentó en cantidad y pronto todo estuvo repleto de estos imagos, las truchas no acababan de lanzarse a comer con ganas arriba, por lo que decidimos volver al coche a comer. A los 10 minutos de comenzar a andar, una nube cubre el pantano y comienza a descargar, se sucede un cuarto de hora de chaparrón intenso, con rayos incluso.

Esto provocaría uno de los fenómenos más intensos y curiosos, a la par que bello, al que he podido asistir a pie de orilla. La cosa se desarrolló así: Debido al fuerte chaparrón, todos los insectos que acababan de eclosionar acabaron con sus alas mojadas, lo que les imposibilitaba volar, haciendo que se precipitaran contra el agua en masa. De este modo, a los 5 minutos de parar el chaparrón, el agua se hallaba repleta de estos insectos, lo que suponía alimento muy fácil de conseguir para nuestras amigas.
Ante semejante festín, las truchas se decidieron a cebarse de un modo increíble; toda la orilla estaba repleta de cebadas de truchas que sacaban el cuerpo del agua completamente y con toda tranquilidad. Total, esos insectos no iban a salir volando.

Esto puede parecer muy beneficioso para la pesca, pero no lo fue tanto. Ocurría que, ante tanto alimento, las truchas tenían 50 moscas para elegir, lo que hacía complicado que se decidieran a coger la nuestra. Ante la dificultad y belleza del momento, decidimos parar a comer hasta que parara un poco el espectáculo, lo que nos daría alguna oportunidad más.
Después de la comida, bien a mosca seca y bien a streamer, pudimos clavar alguna truchita más e incluso un lapicerillo, que se dejó seducir por un ministreamer negro. Las cebadas seguían ahí, aunque ahora no se veían tantas y estaban algo más repartidas por el pantano.





Trucha capturada con ninfa de Odonato, tenía una herida de lucio
en el lomo bastante importante.


Y así se nos fue la tarde, recordando a cada momento el espectacular instante en el que tal cantidad de peces se decidieron a comer en superficie todos a la vez.

Ya al anochecer la actividad cesó, tocaba volver a casa y rezar porque otro día pudiéramos ver algo igual, aunque lo veo difícil por la cantidad de facotres que se pusieron de acuerdo para darse de un modo simultáneo.



@Peskandres

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